Este mundo global, con problemas globales, aún no ha podido
derrotar a esos otros mundos menores que subsisten por y para las personas.
Mientras el bienestar internacional se ve salpicado de nuevos retos, para los
que se necesitan soluciones nuevas, un pequeño orfanato de Tetuán, conocido
como Dari, subsiste gracias a la solidaridad de un grupo de algecireños. Desde
hace 7 años cubren, en la medida de sus posibilidades, las necesidades de este
centro que está fuera de la red pública de orfanatos marroquíes y que sobrevive
gracias a la ayuda altruista de personas y empresas.
Los menores que allí viven -un total de 23, tres de ellos
con alguna discapacidad- son niños abandonados por sus madres, obligadas a
hacerlo por la presión social y familiar que sufren cuando, siendo jóvenes y
solteras, se quedan embarazadas. Después de meses ocultando su estado huyen de
su pueblo natal fingiendo alguna excusa y acuden a las grandes ciudades a dar a
luz. Una vez que el niño se encuentra en el hospital, donde ofrecen datos
falsos acerca de su identidad, lo abandonan.
La masificación de los orfanatos públicos ha empujado a
algunas personas de clase media-alta marroquí a promover estos centros de
acogida para atender a los niños que son desahuciados por sus madres. Estas
casas cuna sobreviven únicamente de fondos privados y no solo contribuyen a
descongestionar los orfanatos públicos, sino que se convierten en un centro
educativo para estos niños que, en manos de la administración local, pasarían a
un colegio interno con tan solo 8 años. Estas instituciones privadas tienen
entre sus fines que los niños abandonados a su suerte no se mezclen con otros
menores que han delinquido o que tienen problemas económicos que le han llevado
a cometer algún delito.
José Ángel Cadelo, presidente de la ahora Sociedad
Mediterránea para el Diálogo y la Cooperación, fue el que inició esta cadena
solidaria. Se adentró en Marruecos por razones familiares. De la mano de su
mujer, sus continuos viajes para visitar a su familia política le llevaron a
ser testigo de la realidad que viven estos niños abandonados.
"Empecé a tener contacto con ellos y enseguida
empezaron a demandarnos ayuda desde España. Cosas tan simples como balones,
mochilas, una silla de ruedas motorizada para un niño de unos 13 años sin
movilidad y sin capacidad para llevar una silla de ruedas con sus propias
manos; o una grúa para un chico de 15 con parálisis cerebral", explica
Cadelo, quien en estos últimos años ha ido contagiando de solidaridad a un
grupo de amigos que ya supera la veintena.
Los posteriores acuerdos con empresas como Balearia,
encargada del transporte de los materiales y del traslado de los voluntarios
que acuden a Dari, les obligaron a crear una sociedad con la que firmar los
convenios de colaboración. "No tenemos subvenciones públicas, solo
aportaciones privadas de ciudadanos y empresas como Balearia, cuya Fundación,
bajo la responsabilidad de Ricard Pérez, nos ayuda con los gastos de
transporte. Muchos de nosotros ya hemos estado allí porque esa es la mejor
forma de conocer la realidad que viven estos niños. Nuestro trabajo es recaudar
lo necesario y organizar el viaje para trasladar las cosas que nos piden",
explica.
Desde hace cuatro veranos la sociedad trabaja con equipos de
voluntarios (grupos de cinco o seis jóvenes) que acuden al orfanato durante dos
semanas para suplir la contratación de monitores extra para ocupar el tiempo
dedicado a la enseñanza.
Este verano se ha llevado a cabo una experiencia piloto con
un grupo de chicas, de entre 20 y 21 años, que han viajado hasta el centro con
proyectos educativos supervisados por sus profesores de Universidad, donde
cursan estudios de Medicina, Magisterio, Psicología o Pedagogía.
|
El grupo de voluntarias que ha participado en el proyecto piloto de este verano |
Es la primera vez que un grupo se ha quedado a dormir junto
a los niños en el centro, inaugurando así la primera estancia de verano
interna. "Esta posibilidad surgió del padre de una de las chicas, que ya
colaboró con nosotros en una expedición para llevar 20 bicis a Marruecos que
previamente fueron donadas por particulares a los que se solicitó su ayuda
solidaria", añade José Ángel Cadelo.
El trabajo de las voluntarias internas ha resultado ser todo
un éxito. Realizaron diversos proyectos con los niños como pintar camisetas,
crear pulseras y collares modelados en barro y otras tareas relacionadas con el
dibujo. Al final de su estancia allí, los niños organizaron una exhibición en
la Casa de España de Tetuán a la que asistió el cónsul español, Francisco
Ochoa.
"Tenemos mucha suerte porque nos hacen ofertas de
grupos que quieren pasar temporadas allí y colaborar con el orfanato. La verdad
es que contar con gente que simplemente les ayude a llevar a estos niños a la
playa ya es todo un logro", declara el presidente de la sociedad.
El colectivo piensa ya en el futuro y en ampliar su acción
solidaria a la Cruz Blanca de Tánger, donde conviven niños con algún tipo de
discapacidad psíquica.
Un horizonte esperanzador que tiene como objetivo, tal y
como reza en los fines de la sociedad, servir de instrumento para el
acercamiento de los pueblos.